Cucarachas Trepadoras
Por Leomas
Con dificultad intelectual y problemas en su
locomoción, las feas y horripilantes animalitas, lograron ingresar a una
escuelita primaria, en donde aprendieron a leer y a escribir, con algo de
geografía, historia, artes y matemáticas básicas. Con ayuda de expertos
cucarachos provenientes de los verdosos cafetales vulcanizados, las crías
organizaron bandas de músicos y orquestas baratas, que las hicieron aparecer
famosas en ciudades planas y movieron su débil esqueleto, compitiendo con
abejorras de la montaña y sabana. En masa se matricularon en colegios de
bachillerato para estudiar
trigonometría, física, química y raza. Ellas escalaron la nefasta cuesta de las
cucarronas de los tubérculos como plaga.
Una a una se fue
perfilando candidata universitaria y al cabo de 20 años consecutivos,
recibieron diplomas, estandartes y cartones, que fueron colocados en paredes de
sus cavernas y en vallas publicitarias de sus cuevas, elaboradas por ratas que
habían llegado de las ciénagas cercanas y que se habían escapado de cárceles
vetustas de los grillos de monte alto. Las débiles, se hicieron famosas y
movieron su cadera cerca a las cuevas de moscos, recién llegados de la fosa de
los cuervos y lograron conquistar a los asquerosos especímenes con ojos de
monstruos de las oscuras profundidades.
La mezcla y el cruce de las
dos especies animalescas, produjo como milagro una nueva raza de cucarachas
alborotadas, que las llevó a debutar en cantinas nacionales con coronas reales,
recibidas en otras plazas, en donde se confeccionaron con siliconas
artificiales para los remiendos, los excesos de patas y jetas inventadas. Se
dejaron llevar a otros sitios internacionales, al tratar y conocer a unas blancas
abejorras que lucían prendas exclusivas de hadas secuestradas de la selva
encantada y que las colocaron en pasarelas como magas inventadas.
Los grillos dorados elaboraron con ingenio, cosméticos, lociones, jabones y
cremas, para maquillar sus cueros, senos y caras. Ellas aprovecharon el estudio
de la química para cambiar su silueta y se protegieron con ácidos camaleónicos,
que las hicieron brillar, escondiendo sus patas, mañas y alas. Quedaron muy
parecidas a otras especies, que habían nacido en otras planicies poco planas,
entre cambuches y chozas dentro de la jungla clasificada. Todas empezaron a
competir a ver quien tenía la mejor cara
y se ingeniaron las curvas con lazos para aparentar garbo y abolengo y lograr
sobresalir en la selva encantada.
Los primeros cucarachitos fueron paridos sus huevos en calles destartaladas,
avenidas y antros de cemento, que se habían construido lustros atrás entre
pobreza, miseria, hambre y debajo de puentes raidos de madera, que dejaron los
invasores cucarachos de territorios en donde el robo y sicariato era el pan de cada
día en las jornadas. Las nuevas crías cucarachadas llegaron con cadera pequeña
y algo de glúteos abultados, para mostrar encantos y siluetas recortadas. Sus
críos también se miraron en espejos del contaminado rio y se dieron cuenta que
sus glúteos eran algo parecidos a sus paisanas y que podían negociar,
conquistando a los abejorros que en manada llegaban como turistas en busca de
amadas cucarachas y amados cucarachos, entre romances y machucantes por nada.
Aparecieron rectangulares papeles perfectos y dorados, como si el adelanto
superara a esos de mejor morada y manada. La escuela se convirtió en fábricas
clandestinas con falsificaciones sin nada. Los periódicos de los grillos,
regaron la noticia que los clonados habían logrado superar el talento de los
tramposos grillos con sus hierros. Entre rejas y alcantarillas, hicieron
maquinas reproductoras de plásticos modernos, que volaron a otras naciones como
si los científicos abejorros se hubieran detenido en el ocaso de la calzada.
Ahora la competencia se inicio en otras tierras mentadas y las jetas de las
nuevas cucarachas aparecían en las caratulas de las nuevas jornadas.
Las autopistas de los buitres se llenaron de papeles verdes y con ellos
compraron suntuosos vehículos, que se transportaban de la selva grisácea de los
monos imperiales, a las cuevas de esas que poco a poco fueron conociendo el
mármol y las lociones no putrefactas. Los reinados, fiestas, corridas y
carnavales, al lado de matanzas lubricadas, llenaron las reuniones y las
pandillas cucarachadas tenían sexo en todos los rincones, aumentando la
población y convirtiendo las estepas en pistas nocturnas y desenfrenos de
calzones y pantalones almidonados. Los estudiosos perros pastores hicieron la
denuncia que en fila sobre autopistas, los cuerpos de los cucarachos y
cucarachas inmigradas, lucían sus bellos cuerpos y mostraban debajo de sus alas
sus encantos aunque los consumidores llegaban de la ignorancia que bajaba.
Hablaron de prostitución y el alcalde de la urbe redacto un decreto para que
todos y todas pagaran impuestos y así con la colecta monetaria se pudiera hacer
limonada, chicha y colada.
Los cucarachos inflaron sus alas y quisieron volar más alto que los abejorros
marrones, esos que estaban gobernando los negocios desde otros horizontes cucarachados,
las ametralladoras llegaron recortadas a salones de los grillos y la bala no
pudo ser negociada. Grupos de cucarachos y grillos se disputaron los ilícitos y
todos querían agarrar la mejor tajada. Muchos en revuelta barata o poco inteligentada,
morían en restaurantes, hoteles y hasta en moteles amancebados como novilladas.
Los cuerpos aparecían dispersos y en grupo como si la fiesta estuviera antes también
enlutada. Hubo guerra sin cuartel en campo abierto y los genes inyectados
enloquecieron a cucarachos y cucarachas idiotizadas.
Desde varias esquinas las balas se cruzaban, al lado de picaros y ratas, morían
otros sin sazón ni cebada. El fuego de los perversos aumentó la tragedia y las
casas y edificios de los necios cucarrones, fueron devoradas por llamas alborotadas.
Los hospitales de los mariapalitos no alcanzaron sus camas para solucionar las
heridas y en grupo desaparecían como tormenta olvidada. Los zánganos cucarachos
habían aprendido a fabricar bombas y armas sofisticadas. Las empezaron a usar y
murieron muchas y muchos, que estaban en contra de las clonadas. Como mercancía
barata o jugo de tierra colada, alcanzaron a desaparecer los lideres entre
carreteras amuralladas. Algunos lloraban la partida de sus amigos y aliados y
otras sin vergüenza rezaban pero esas mismas antes sus armas habían sido
disparadas.
El orgullo y vanidad de las hembras, las hizo renovar sus ladrillos y se
inventaron una gelatina blancuzca para transformar sus moradas. Allí llegaron
los murciélagos para devorar a los virus y engendros que usaban como
alimentación y también como jugada. Todos los mugrosos engendros estaban
apostados como finos remedios en tiendas de campaña y en ollas de sopa
cucarachada. No hubo lugar para los muertos porque los cementerios estaban
ocupados por otros muertos entre la contienda acalorada. En grupo de 100 en 100
para esconderse, se metieron 30 metros bajo tierra para proteger sus familias,
quedando desolación entre las pobres cucarachas que nunca antes habían poseído
nada. Los descendientes caminaban raro
como novias alborotadas y movían la cadera como cortina encantada, ellos escondieron sus apetitos románticos y metieron
sus gustos entre armarios encaletados, construidos con musgos y sin ninguna
risotada.
Las cocinas cucarachadas, dejaron de oír chismes y calumnias, en donde de todo
el mundo se rajaba y criticaba pero era costumbre no sostener nada. Empezaron a
tomar conciencia que no se puede llegar lejos cuando la naturaleza es baja. Los
mansos abejorros amarillos, guardaron sus espermas y no dejaron que sus
semillas fueran clonadas. No volvieron a nacer cucarachas mixtas y como la uva
algunos huevos se fermentaron como tequila o borracha ilusionada. La tierra y
naturaleza les clavo una gran jugada y fueron despareciendo como cantina
diezmada. Todas salieron huyendo con sus escaparates de la planicie encantada,
con cajas y bultos de desperdicios atravesaron la jornada. Llegaron a Cuatro
Esquinas y descansaron con sus huevos y crías con penas enajenadas.
Los pocos ancianos cucarachos y las pocas cucarachas viejas, se las ingeniaron
para buscar ayuda y tuvieron que acudir a los científicos abejorros morados sin
sexo pero listos a la experimentada, que habían arribado al lugar del
nororiente lejano y con fórmulas robadas. Tuvieron que empeñar sus alhajas de
oro y plata para costear los servicios de la investigación genética para la
nueva raza cucarachada. Uno de los estudiosos morados logró dar con el chiste y
recomendó sacar los genes clonados de los animalitos y dejarlas como eran antes
de la fiesta anaranjada y al lado del orgullo rosado, para que aceptaran el
reto que también había hecho su agosto por las calles carnavaladas cuando
inquietas se creyeron todas almidonadas.
La ciencia de los morados abejorros les preparó una pócima que debieron tomar
en proporciones iguales, las unas y los unos, para regresar a su pasado
rastrero de cuevas y cavernas estiercoladas. La disciplina y simplicidad
acompañó cada bebida entre llantos y sonrojos si quedar casi nada. A medida que
la consumían iban cambiando el color de sus ojos, el cascaron y sus patas.
Dejaron de volar alto y perdieron el gusto y olfato por las cosas exquisitas de
ciudades y junglas ensortijadas que las habían ilusionado como si la naturaleza
se pudiera cambiar como por arte de magia. Jamás volvieron a caminar y borraron
de sus lentas mentes, pasarelas, reinados, fiestas, carnavales, comilonas y
francacheladas.
Los otros animales involucionados, las vieron marchar en grupo y caravanas,
como quien sale huyendo por el disparo de los grillos apestosos clonados que
también empezaron a preocuparse porque a ellos les pronosticaron que también se
quedaran sin nada. La pócima les hizo cambiar de silueta y se les redujo la
memoria para no recordar nada. Nuevamente entre gris, negro, grisáceo y sus
escasas alas, empezaron de nuevo a lucir naturales sin jabones de nácar o
perfumes extranjeros sin olor o gracia.
Grabaron para su futuro y se convencieron, que no debían pensar en el futuro
porque una guerra radiactiva las dejara sin nada. Una frase las hizo diferentes
entre multitudes diversas que por el efecto del arco iris que se forma después
de las tempestades. La sencillez regreso de nuevo sin exageraciones,
suntuosidades. o cachivachadas: Es mejor ser una cucaracha verdadera que tener
que imitar a las hembras que tienen en su cola la raza alborotada aunque estas
tampoco poseen nada.
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