Friday, October 5, 2018

Cucarachas Trepadoras

Cucarachas Trepadoras
Por Leomas


Con dificultad intelectual y problemas en su locomoción, las feas y horripilantes animalitas, lograron ingresar a una escuelita primaria, en donde aprendieron a leer y a escribir, con algo de geografía, historia, artes y matemáticas básicas. Con ayuda de expertos cucarachos provenientes de los verdosos cafetales vulcanizados, las crías organizaron bandas de músicos y orquestas baratas, que las hicieron aparecer famosas en ciudades planas y movieron su débil esqueleto, compitiendo con abejorras de la montaña y sabana. En masa se matricularon en colegios de bachillerato  para estudiar trigonometría, física, química y raza. Ellas escalaron la nefasta cuesta de las cucarronas de los tubérculos como plaga.

Una a una se fue perfilando candidata universitaria y al cabo de 20 años consecutivos, recibieron diplomas, estandartes y cartones, que fueron colocados en paredes de sus cavernas y en vallas publicitarias de sus cuevas, elaboradas por ratas que habían llegado de las ciénagas cercanas y que se habían escapado de cárceles vetustas de los grillos de monte alto. Las débiles, se hicieron famosas y movieron su cadera cerca a las cuevas de moscos, recién llegados de la fosa de los cuervos y lograron conquistar a los asquerosos especímenes con ojos de monstruos de las oscuras profundidades.



La mezcla y el cruce de las dos especies animalescas, produjo como milagro una nueva raza de cucarachas alborotadas, que las llevó a debutar en cantinas nacionales con coronas reales, recibidas en otras plazas, en donde se confeccionaron con siliconas artificiales para los remiendos, los excesos de patas y jetas inventadas. Se dejaron llevar a otros sitios internacionales, al tratar y conocer a unas blancas abejorras que lucían prendas exclusivas de hadas secuestradas de la selva encantada y que las colocaron en pasarelas como magas inventadas. 


Los grillos dorados elaboraron con ingenio, cosméticos, lociones, jabones y cremas, para maquillar sus cueros, senos y caras. Ellas aprovecharon el estudio de la química para cambiar su silueta y se protegieron con ácidos camaleónicos, que las hicieron brillar, escondiendo sus patas, mañas y alas. Quedaron muy parecidas a otras especies, que habían nacido en otras planicies poco planas, entre cambuches y chozas dentro de la jungla clasificada. Todas empezaron a competir  a ver quien tenía la mejor cara y se ingeniaron las curvas con lazos para aparentar garbo y abolengo y lograr sobresalir en la selva encantada.


Los primeros cucarachitos fueron paridos sus huevos en calles destartaladas, avenidas y antros de cemento, que se habían construido lustros atrás entre pobreza, miseria, hambre y debajo de puentes raidos de madera, que dejaron los invasores cucarachos de territorios en donde el robo y sicariato era el pan de cada día en las jornadas. Las nuevas crías cucarachadas llegaron con cadera pequeña y algo de glúteos abultados, para mostrar encantos y siluetas recortadas. Sus críos también se miraron en espejos del contaminado rio y se dieron cuenta que sus glúteos eran algo parecidos a sus paisanas y que podían negociar, conquistando a los abejorros que en manada llegaban como turistas en busca de amadas cucarachas y amados cucarachos, entre romances y machucantes por nada.


Aparecieron rectangulares papeles perfectos y dorados, como si el adelanto superara a esos de mejor morada y manada. La escuela se convirtió en fábricas clandestinas con falsificaciones sin nada. Los periódicos de los grillos, regaron la noticia que los clonados habían logrado superar el talento de los tramposos grillos con sus hierros. Entre rejas y alcantarillas, hicieron maquinas reproductoras de plásticos modernos, que volaron a otras naciones como si los científicos abejorros se hubieran detenido en el ocaso de la calzada. Ahora la competencia se inicio en otras tierras mentadas y las jetas de las nuevas cucarachas aparecían en las caratulas de las nuevas jornadas. 


Las autopistas de los buitres se llenaron de papeles verdes y con ellos compraron suntuosos vehículos, que se transportaban de la selva grisácea de los monos imperiales, a las cuevas de esas que poco a poco fueron conociendo el mármol y las lociones no putrefactas. Los reinados, fiestas, corridas y carnavales, al lado de matanzas lubricadas, llenaron las reuniones y las pandillas cucarachadas tenían sexo en todos los rincones, aumentando la población y convirtiendo las estepas en pistas nocturnas y desenfrenos de calzones y pantalones almidonados. Los estudiosos perros pastores hicieron la denuncia que en fila sobre autopistas, los cuerpos de los cucarachos y cucarachas inmigradas, lucían sus bellos cuerpos y mostraban debajo de sus alas sus encantos aunque los consumidores llegaban de la ignorancia que bajaba. Hablaron de prostitución y el alcalde de la urbe redacto un decreto para que todos y todas pagaran impuestos y así con la colecta monetaria se pudiera hacer limonada, chicha y colada.


Los cucarachos inflaron sus alas y quisieron volar más alto que los abejorros marrones, esos que estaban gobernando los negocios desde otros horizontes cucarachados, las ametralladoras llegaron recortadas a salones de los grillos y la bala no pudo ser negociada. Grupos de cucarachos y grillos se disputaron los ilícitos y todos querían agarrar la mejor tajada. Muchos en revuelta barata o poco inteligentada, morían en restaurantes, hoteles y hasta en moteles amancebados como novilladas. Los cuerpos aparecían dispersos y en grupo como si la fiesta estuviera antes también enlutada. Hubo guerra sin cuartel en campo abierto y los genes inyectados enloquecieron a cucarachos y cucarachas idiotizadas.


Desde varias esquinas las balas se cruzaban, al lado de picaros y ratas, morían otros sin sazón ni cebada. El fuego de los perversos aumentó la tragedia y las casas y edificios de los necios cucarrones, fueron devoradas por llamas alborotadas. Los hospitales de los mariapalitos no alcanzaron sus camas para solucionar las heridas y en grupo desaparecían como tormenta olvidada. Los zánganos cucarachos habían aprendido a fabricar bombas y armas sofisticadas. Las empezaron a usar y murieron muchas y muchos, que estaban en contra de las clonadas. Como mercancía barata o jugo de tierra colada, alcanzaron a desaparecer los lideres entre carreteras amuralladas. Algunos lloraban la partida de sus amigos y aliados y otras sin vergüenza rezaban pero esas mismas antes sus armas habían sido disparadas.


El orgullo y vanidad de las hembras, las hizo renovar sus ladrillos y se inventaron una gelatina blancuzca para transformar sus moradas. Allí llegaron los murciélagos para devorar a los virus y engendros que usaban como alimentación y también como jugada. Todos los mugrosos engendros estaban apostados como finos remedios en tiendas de campaña y en ollas de sopa cucarachada. No hubo lugar para los muertos porque los cementerios estaban ocupados por otros muertos entre la contienda acalorada. En grupo de 100 en 100 para esconderse, se metieron 30 metros bajo tierra para proteger sus familias, quedando desolación entre las pobres cucarachas que nunca antes habían poseído nada. Los descendientes  caminaban raro como novias alborotadas y movían la cadera como cortina encantada,  ellos escondieron sus apetitos románticos y metieron sus gustos entre armarios encaletados, construidos con musgos y sin ninguna risotada.


Las cocinas cucarachadas, dejaron de oír chismes y calumnias, en donde de todo el mundo se rajaba y criticaba pero era costumbre no sostener nada. Empezaron a tomar conciencia que no se puede llegar lejos cuando la naturaleza es baja. Los mansos abejorros amarillos, guardaron sus espermas y no dejaron que sus semillas fueran clonadas. No volvieron a nacer cucarachas mixtas y como la uva algunos huevos se fermentaron como tequila o borracha ilusionada. La tierra y naturaleza les clavo una gran jugada y fueron despareciendo como cantina diezmada. Todas salieron huyendo con sus escaparates de la planicie encantada, con cajas y bultos de desperdicios atravesaron la jornada. Llegaron a Cuatro Esquinas y descansaron con sus huevos y crías con penas enajenadas.


Los pocos ancianos cucarachos y las pocas cucarachas viejas, se las ingeniaron para buscar ayuda y tuvieron que acudir a los científicos abejorros morados sin sexo pero listos a la experimentada, que habían arribado al lugar del nororiente lejano y con fórmulas robadas. Tuvieron que empeñar sus alhajas de oro y plata para costear los servicios de la investigación genética para la nueva raza cucarachada. Uno de los estudiosos morados logró dar con el chiste y recomendó sacar los genes clonados de los animalitos y dejarlas como eran antes de la fiesta anaranjada y al lado del orgullo rosado, para que aceptaran el reto que también había hecho su agosto por las calles carnavaladas cuando inquietas se creyeron todas almidonadas.


La ciencia de los morados abejorros les preparó una pócima que debieron tomar en proporciones iguales, las unas y los unos, para regresar a su pasado rastrero de cuevas y cavernas estiercoladas. La disciplina y simplicidad acompañó cada bebida entre llantos y sonrojos si quedar casi nada. A medida que la consumían iban cambiando el color de sus ojos, el cascaron y sus patas. Dejaron de volar alto y perdieron el gusto y olfato por las cosas exquisitas de ciudades y junglas ensortijadas que las habían ilusionado como si la naturaleza se pudiera cambiar como por arte de magia. Jamás volvieron a caminar y borraron de sus lentas mentes, pasarelas, reinados, fiestas, carnavales, comilonas y francacheladas.


Los otros animales involucionados, las vieron marchar en grupo y caravanas, como quien sale huyendo por el disparo de los grillos apestosos clonados que también empezaron a preocuparse porque a ellos les pronosticaron que también se quedaran sin nada. La pócima les hizo cambiar de silueta y se les redujo la memoria para no recordar nada. Nuevamente entre gris, negro, grisáceo y sus escasas alas, empezaron de nuevo a lucir naturales sin jabones de nácar o perfumes extranjeros sin olor o gracia. 


Grabaron para su futuro y se convencieron, que no debían pensar en el futuro porque una guerra radiactiva las dejara sin nada. Una frase las hizo diferentes entre multitudes diversas que por el efecto del arco iris que se forma después de las tempestades. La sencillez regreso de nuevo sin exageraciones, suntuosidades. o cachivachadas: Es mejor ser una cucaracha verdadera que tener que imitar a las hembras que tienen en su cola la raza alborotada aunque estas tampoco poseen nada. 

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