Moscas Voladoras
Por Leomas
Las moscas eran originarias de un lugar gobernado por
ratas apestosas, con carranchil madrugador. Los ministros gobernantes de
especies y familias diversas, entre comejenes, pulgas, niguas, garrapatas,
chinches, piojos, gusanos, cafres, alacranes, escorpiones, culebras y víboras.
Los decretos presidenciales para desintegrarlas y desaparecerlas, hicieron
fumigar con tóxicos y ácidos, cada uno de los cambuches, espacios y potreros,
donde vivían con sus huevos y crías. Ningún químico pudo con ellas para liquidarlas.
Su naturaleza las hizo inmunes a otras maldades y perversiones, que de sus
congéneres habían heredado. Ni siquiera tenían modales para escupir sus propias
diarreas y vómitos. Ellas transportaban en sus patas ciertas defensas, que repelían
cualquier ataque con pequeñas alas y cilios blindados como locomotoras de magos
y brujos.
Se las ingeniaron para sobrevivir usando alcantarillas,
cuevas, huecos de grandes raíces, tumbas desocupadas y fosas comunes,
escondidas aun en los batallones de perros y lobos voraces. Algunas de ellas
con sus cascarones y familias, se camuflaron con disfraces hechos por
murciélagos europeos, para vivir incógnitas debajo de alas de las indefensas
aves, que las transportaban muy cerca a las oficinas de funcionarios,
mercaderes, mercenarios y otros cruzados ratones comerciantes de harinas
procesadas en la selva de los zorros, zorrillos, leones, tigres, hipopótamos,
elefantes y panteras. Lograron contagiar de picardías novelescas a inocentes
animalitos de la montaña plana encantada que cultivaban cítricos y legumbres.
Muchas veces las sabandijas se metieron en tazas y vasos, de diplomáticos gorilas, cuando estos calmaban la sed o el hambre, con jugos de frutas que usurpaban a hormigas, estas eran las únicas que trabajaban labores de campo y en plantaciones de hortalizas, frutas y granos. Varios de sus hijos resultaron con diplomas que falsificaban en las calles de los azules y rojos abejorros, que exhibían con cinismo y prepotencia en los consultorios que sus antepasados, los mismos que habían construido para paredes para aparecer como doctores y científicos de altas alcurnias inventadas. Las mosquitas y mosquitos descendientes, eran feos y grotescos animalitos, expertos en negocios ilícitos y astutos para redactar leyes y reglas, que sometían a otros seres galácticos, con artimañas ventajosas. Algunos de sus parientes, habían ido al exterior de sus propias fronteras, para aprender otras mañas y costumbres, que se hicieron comunes en pueblos y caseríos del extenso y complicado territorio.
La doctoritis fue causa de escándalo, al comprobar que en las entrevistas, ninguna de las enmascaradas respondía a los interrogantes. Afirmaban simplemente que se les había olvidado hasta la dirección del inmueble en donde ellas se habían especializado. Los jueces eran cucarachos mezclados y clonados con sangre de blancos abejorros y de gusanos monos voladores que habían inmigrado de las Europas apoderándose de territorios sagrados de quienes trabajan. Las más listas se habían hecho escoltar por peligrosos grillos armados, que habían sido entrenados en guarniciones militares por extranjeros y transportados en cajas de madera desde el norte y oriente con permiso debajo de la mesa de los tramposos cafres de siempre. El gobierno lanzó un nuevo panfleto para desintegrar a las moscas definitivamente y dio órdenes por debajo del pupitre, para masacrar a gansos y patos, que eran defensores de la vida de todas las especies vivientes aun de las malvadas y dañinas sanguijuelas de las urbes.
Muchas veces las sabandijas se metieron en tazas y vasos, de diplomáticos gorilas, cuando estos calmaban la sed o el hambre, con jugos de frutas que usurpaban a hormigas, estas eran las únicas que trabajaban labores de campo y en plantaciones de hortalizas, frutas y granos. Varios de sus hijos resultaron con diplomas que falsificaban en las calles de los azules y rojos abejorros, que exhibían con cinismo y prepotencia en los consultorios que sus antepasados, los mismos que habían construido para paredes para aparecer como doctores y científicos de altas alcurnias inventadas. Las mosquitas y mosquitos descendientes, eran feos y grotescos animalitos, expertos en negocios ilícitos y astutos para redactar leyes y reglas, que sometían a otros seres galácticos, con artimañas ventajosas. Algunos de sus parientes, habían ido al exterior de sus propias fronteras, para aprender otras mañas y costumbres, que se hicieron comunes en pueblos y caseríos del extenso y complicado territorio.
La doctoritis fue causa de escándalo, al comprobar que en las entrevistas, ninguna de las enmascaradas respondía a los interrogantes. Afirmaban simplemente que se les había olvidado hasta la dirección del inmueble en donde ellas se habían especializado. Los jueces eran cucarachos mezclados y clonados con sangre de blancos abejorros y de gusanos monos voladores que habían inmigrado de las Europas apoderándose de territorios sagrados de quienes trabajan. Las más listas se habían hecho escoltar por peligrosos grillos armados, que habían sido entrenados en guarniciones militares por extranjeros y transportados en cajas de madera desde el norte y oriente con permiso debajo de la mesa de los tramposos cafres de siempre. El gobierno lanzó un nuevo panfleto para desintegrar a las moscas definitivamente y dio órdenes por debajo del pupitre, para masacrar a gansos y patos, que eran defensores de la vida de todas las especies vivientes aun de las malvadas y dañinas sanguijuelas de las urbes.
El ministro de gobierno planeó matar también a las
avispas que eran criaturas inteligentes y castas porque incomodaban a los
ilícitos. Estas pensaban a favor de la región entre sur y norte, oriente y
occidente. Las mas intrépidas de las avispas, murieron lentamente con ráfagas
de pistolas, revólveres, fusiles y ametralladoras, disparadas en las mismas
edificaciones en donde ellas procesaban un especial alimento, que servía para
mantener con comida fresca, al 90% de la población animal y que en forma abusiva,
se exportaba a otros países pero nunca conocieron a donde iban a parar dinero y
ganancias de sus productos.
Los gobernantes se aliaron con zánganos y sancudos
venenosos, para asesinar a toros, mulas y gatos. Estos eran espías de los
mismos animales armados provenientes de naciones que fabricaban bombas y
artefactos dañinos y peligrosos para el vuelo. Las avispas se alborotaron en su
ingenio, y enviaron sendas cartas a los gobiernos vecinos buscando protección
para ellas y sus familias. Las moscas tenían zapos con alas postizas como
espías, para saber el quehacer de otros y otras. Una mañana de abril se
enteraron de los audaces planes de esas que realmente volaban y fue demasiado
tarde porque en grupo vieron llegar a los sicarios perros de una ciudad de la
montaña.
Moscas, patos, gansos, caballos, hormigas, cucarachas,
zapos, gallinas y avispas, se confundieron cuando se dio entrada a los lugares
de refugio con sendos documentos y nuevas cedulas identificadas. Las malandras
moscas, fueron astutas y volaron debajo de las alas de palomas, turpiales,
gavilanes, gaviotas, águilas y hasta dentro de plumas de golondrinas y otros
pájaros que inocentemente las llevaron sin contratiempo como plaga. Algunas
lograron falsificar sus pasaportes, haciéndose pasar por líderes comunitarios de
los gatos o ciudadanos animalescos honestos de los grillos, y fueron pisoteados
en sus derechos los justos osos hormigueros.
Las moscas inflaron sus buches y lograron pasar con tranquilidad varias de las fronteras vecinas, con sus cajas, bultos y ollas, y otras alcabalas de países amigos y solidarios con las avispas, patos y gansos. Allá en los potreros de otros territorios, pusieron sus huevos y se multiplicaron tanto, que los lagartos y cocodrilos que gobernaban otras naciones sospechosas, se vieron obligados a cerrar sus fronteras y construyeron rejas amuralladas. Varias de las hembras se aparearon con famosos abejorros, blancos, negros y amarillos. Nacieron nuevas especies de moscas y su naturaleza se hizo más peligrosa que sus ancestros en los nuevos territorios extranjeros.
Una aguja falsa de oro, confeccionó nuevos trajes a mezclados y clonados. Estos recibieron clases de glamur y etiqueta, bajo las orientaciones de escuálidos marinos, que nadaban raros, y se nutrían con sobrantes de peces espada. Las moscas refugiadas se inventaron historias de familias e hicieron creer que ellas eran profesionales de alta envergadura y que debían tener trato igual al que recibían los diplomáticos chimpancés que habían sobresalido en oratoria, teatro y canto. Algunos moscos ya tenían como costumbre reunirse en privado con otros machos para acariciar sus intimidades y en el mismo lugar consumían cerveza y licor adulterado traído por leones contrabandistas que se escondían cuando las patrullas de panteras custodiaban zonas y carreteras.
Las moscas inflaron sus buches y lograron pasar con tranquilidad varias de las fronteras vecinas, con sus cajas, bultos y ollas, y otras alcabalas de países amigos y solidarios con las avispas, patos y gansos. Allá en los potreros de otros territorios, pusieron sus huevos y se multiplicaron tanto, que los lagartos y cocodrilos que gobernaban otras naciones sospechosas, se vieron obligados a cerrar sus fronteras y construyeron rejas amuralladas. Varias de las hembras se aparearon con famosos abejorros, blancos, negros y amarillos. Nacieron nuevas especies de moscas y su naturaleza se hizo más peligrosa que sus ancestros en los nuevos territorios extranjeros.
Una aguja falsa de oro, confeccionó nuevos trajes a mezclados y clonados. Estos recibieron clases de glamur y etiqueta, bajo las orientaciones de escuálidos marinos, que nadaban raros, y se nutrían con sobrantes de peces espada. Las moscas refugiadas se inventaron historias de familias e hicieron creer que ellas eran profesionales de alta envergadura y que debían tener trato igual al que recibían los diplomáticos chimpancés que habían sobresalido en oratoria, teatro y canto. Algunos moscos ya tenían como costumbre reunirse en privado con otros machos para acariciar sus intimidades y en el mismo lugar consumían cerveza y licor adulterado traído por leones contrabandistas que se escondían cuando las patrullas de panteras custodiaban zonas y carreteras.
Cambiaron su abolengo y oscura estirpe, con cuentos de
reyes, emperatrices, príncipes y personajes sobresalientes de la selva
alcalinizada que nunca existieron sino en sus mentes porque tenían una
imaginación como para competir con los mediocres e ineptos directores del
teatro y farsa de los cucarrones morados religiosos. Algunas hasta se
atrevieron a decir que eran hijas de duendes y que tenían poder para hacerse
invisibles y viajar a otras dimensiones con un sexto sentido para la tele
génesis. Otras daban recetas y pócimas para el amor o fórmulas para la eterna
juventud, que aun hoy en día no lo han logrado experimentar y siguen echando cartas
y naipes en las mesas de los nauseabundos buitres del oeste. Los castos curíes
que son los más estudiosos del sexo entre todas las especies de la loca jungla,
se dejaron seducir por los falsos encantos de esos glúteos siliconados de las ratas
y creyeron que esos cuerpos eran femeninos pero al desnudarse cada uno, entendieron
que esas antenas eran de murciélagos que venían del Mar Mediterráneo y que eran
simplemente rellenos de plumas de cuervos de la roca.
Una tarde mientras las moscas ponían sus huevos en las cuevas improvisadas de las nuevas ciudades, explotó un tanque que almacenada un raro combustible gasóleo, rápidamente se extendió por todos los puntos cardinales del continente alargado y confuso. Los primeros en morir fueron los moscos machos que estaban sobre los tejados de finas enredaderas y que se hicieron vistosos sobre elegantes orquídeas lisonjeras. Luego el gas apestoso avivó la fuerza del mar y del viento, y aparecieron inundaciones y huracanes que barrieron cuevas, y hoyos en donde dormían esas que nunca habían trabajado, con sus formulas e incubadoras necias. El agua radiactiva y la sopa putrefacta que caía como lluvia, también hizo su agosto y destruyo las latas de las cantinas de las monas gorilas que lucían trajes de seda robados del monte de las arañas gigantes.
El mar sacó a la superficie los huevos con las madres moscas muertas. Los buitres esos días almorzaron y cenaron como nunca, con un manjar que ellos creyeron exquisito. Aquello que no pudo los tóxicos, lo terminaron los cuervos más jóvenes como alimento para su futuro pero también sus buches fueron contaminados por comer a deshoras de las recetas y recomendaciones de los médicos caballos. El espectáculo era semejante a danza de prostíbulo barato de los gallos o cabaret de ratas apestosas. El gas siguió su recorrido por el aire de sur a norte y poco a poco fue exterminando a todas las moscas aun a las cruzadas con abejorros blancos del norte. Las pobres moscas morían sin derecho a un funeral común porque los chulos también estaban en aumento y no hubo comida ni cama para tanto animalesco.
La tragedia fue mayor al cruzar el tóxico por encima de un terminal nuclear de lombrices muertas que se ubicaba frente a la costa de los turistas lobos llamados chupasangre. Las dos fuentes se mezclaron y el terror se apoderó de oriente y occidente. Las moscas empezaron a morir en sus otras cuevas al otro lado del mar del conflicto amoroso de los abejorros grises. Nadie se daba cuenta del episodio porque los gobernantes con sus grillos armados, y anófeles voladores armados, trataban de frenar la macabra odisea de la muerte y la desintegración hasta de cultivos lícitos y de aquellos que sirvieron para la farsa de la fiesta.
Las aguas de ríos y mares empezaron a ver cuerpos inertes de otros animales y de los mismos gobernantes sobre su superficie. El aroma nauseabundo que dejo la descomposición natural de cada cuerpo, hizo tétrica la mañana con su tarde. Las noches se convirtieron en apestosas letrinas con aromas putrefactos sin rosas ni claveles en cada horizonte y sabana. Los ríos se desbordaron aumentando la desolación en los plantíos y barrios amurallados de los murciélagos. Las moscas no volvieron a nacer en el aire. Cada animalito fue desapareciendo poco a poco a medida que avanzaba la hecatombe. Un fuego infernal apareció entre el aire huracanado contaminado. Todo quedo como polvo desintegrado y el ultimo en morir dijo realmente estábamos de paso.
Una tarde mientras las moscas ponían sus huevos en las cuevas improvisadas de las nuevas ciudades, explotó un tanque que almacenada un raro combustible gasóleo, rápidamente se extendió por todos los puntos cardinales del continente alargado y confuso. Los primeros en morir fueron los moscos machos que estaban sobre los tejados de finas enredaderas y que se hicieron vistosos sobre elegantes orquídeas lisonjeras. Luego el gas apestoso avivó la fuerza del mar y del viento, y aparecieron inundaciones y huracanes que barrieron cuevas, y hoyos en donde dormían esas que nunca habían trabajado, con sus formulas e incubadoras necias. El agua radiactiva y la sopa putrefacta que caía como lluvia, también hizo su agosto y destruyo las latas de las cantinas de las monas gorilas que lucían trajes de seda robados del monte de las arañas gigantes.
El mar sacó a la superficie los huevos con las madres moscas muertas. Los buitres esos días almorzaron y cenaron como nunca, con un manjar que ellos creyeron exquisito. Aquello que no pudo los tóxicos, lo terminaron los cuervos más jóvenes como alimento para su futuro pero también sus buches fueron contaminados por comer a deshoras de las recetas y recomendaciones de los médicos caballos. El espectáculo era semejante a danza de prostíbulo barato de los gallos o cabaret de ratas apestosas. El gas siguió su recorrido por el aire de sur a norte y poco a poco fue exterminando a todas las moscas aun a las cruzadas con abejorros blancos del norte. Las pobres moscas morían sin derecho a un funeral común porque los chulos también estaban en aumento y no hubo comida ni cama para tanto animalesco.
La tragedia fue mayor al cruzar el tóxico por encima de un terminal nuclear de lombrices muertas que se ubicaba frente a la costa de los turistas lobos llamados chupasangre. Las dos fuentes se mezclaron y el terror se apoderó de oriente y occidente. Las moscas empezaron a morir en sus otras cuevas al otro lado del mar del conflicto amoroso de los abejorros grises. Nadie se daba cuenta del episodio porque los gobernantes con sus grillos armados, y anófeles voladores armados, trataban de frenar la macabra odisea de la muerte y la desintegración hasta de cultivos lícitos y de aquellos que sirvieron para la farsa de la fiesta.
Las aguas de ríos y mares empezaron a ver cuerpos inertes de otros animales y de los mismos gobernantes sobre su superficie. El aroma nauseabundo que dejo la descomposición natural de cada cuerpo, hizo tétrica la mañana con su tarde. Las noches se convirtieron en apestosas letrinas con aromas putrefactos sin rosas ni claveles en cada horizonte y sabana. Los ríos se desbordaron aumentando la desolación en los plantíos y barrios amurallados de los murciélagos. Las moscas no volvieron a nacer en el aire. Cada animalito fue desapareciendo poco a poco a medida que avanzaba la hecatombe. Un fuego infernal apareció entre el aire huracanado contaminado. Todo quedo como polvo desintegrado y el ultimo en morir dijo realmente estábamos de paso.
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